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Panorama político

Italia lo hizo tarde, España también. Ojalá que en la Argentina hayamos llegado a tiempo.

Es preferible exagerar que subestimar. Bajo esa idea el presidente Alberto Fernández decretó una cuarentena masiva y obligatoria para todos los argentinos.

Hay excepciones: Salud, alimentación, combustibles policías y fuerzas de seguridad. El transporte público funciona en forma restringida, pero las ciudades están paralizadas.

El coronavirus es la gran amenaza. Viene haciendo estragos en el planeta. Todo cambió. Nada volverá a ser igual.

El gobierno toma decisiones políticas y económicas que nunca hubiese esperado que nadie lo hubiese imaginado.

Pero el enemigo invisible sorprendió. Fue lo que se conoce como un “cisne negro”, un hecho imprevisto que todo lo modifica.

Cambiaron las prioridades. Ahora ya no importa el Fondo Monetario, ni el riesgo país, ni el valor del dólar. Lo único que interesa es cuidar la vida.

Para eso el sistema de salud tiene que funcionar y el nuestro, después de tantos años de descuido, está bastante deteriorado.

Antes de la paralización total de actividades y de la orden del Poder Ejecutivo para que nadie se mueva de sus casas, se tomaron algunas medidas que no fueron suficientes.

Suspendieron el ciclo lectivo, cerraron fronteras y dispusieron licencias laborales para los mayores de 60 años y de la población en riesgo. No alcanzó.

Los ministros de Economía y Producción anunciaron un paquete de medidas enfocadas en los más vulnerables y las industrias afectadas específicamente por la situación sanitaria.

Pero el virus no entiende de gradualismo. Su ataque es masivo y se necesitaba una política de shock para intentar detenerlo.

Tal vez ahora, luego de la decisión del presidente Alberto Fernández de paralizar el país, la pelea sea más pareja y el atacante no encuentre a quien dañar.

Durante algunas semanas se había decidido algo distinto: ir “día a día” viendo cómo avanzaba el número de infectados, como crecía la mortalidad y, a partir de ahí, se ajustaban las medidas.

Daba la sensación que al virus lo íbamos corriendo de atrás y que alcanzarlo cada día era más complicado. Cuando los casos llegaron a un centenar se optó por la decisión del aislamiento total. Y, aquí estamos.

Hace una semana, el ministro de Salud, Ginés González García había declarado: “Yo soy partidario de un aislamiento total.

Una política de shock, para evitar que los casos crezcan como en España o en Italia, donde empezaron muy tarde con las medidas”, explicó el funcionario, el mismo que en un principio había subestimado la peligrosidad del coronavirus.

Fernández recuperó la centralidad de la toma de decisiones, después de que siete provincias ya habían cerrado sus fronteras, de manera unilateral, para protegerse del avance de la epidemia.

En el Gobierno había malestar por las medidas dispuestas por Chaco, Salta, Santa Fe, Jujuy, Mendoza, Santiago del Estero y Tierra del Fuego.

“Tenemos que ordenarnos. Si va a haber una cuarentena total, tiene que ser una decisión del gobierno nacional, no de los gobernadores o de los intendentes”, dijo uno de los funcionarios del Ejecutivo.

Y así fue. El primer mandatario mantuvo una extensa reunión con todos los gobernadores del país y estos se encolumnaron detrás de la medida del gobierno del aislamiento total y obligatorio.

“En este momento no somos peronistas o no peronistas, kirchneristas o no, del Pro o nacionales y populares; somos argentinos con un problema. Tal vez nos ayude el coronavirus para terminar con la locura del enfrentamiento y la confrontación. Tenemos que cuidar la salud nuestra y de los nuestros”, expresaba el presidente.

La oposición política prestó toda su colaboración y aceptó las nuevas reglas de juego.

Ahora es tiempo de unidad. Siempre ocurre cuando existe o se inventa un enemigo externo.

En la Argentina ha comenzado la lucha contra el coronavirus: habrá heridos y muertos como en todas las batallas.

En la Argentina habrá un día después, donde las secuelas de los bombardeos se verá por todas partes.

En la Argentina se iniciará un nuevo camino: el de la reconstrucción.

Fuente: De Nuestra Redacción

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