Tuvo una relación compleja con Argentina
El vínculo de una de las figuras más trascendentes de este tiempo con su país natal quedó marcado por la imposibilidad de concretar el esperado viaje a su patria; influencia decisiva en la Iglesia loca
LA NACIONMariano De Vedia

Porteño de pura cepa y testigo muy atento a las circunstancias políticas que vivió la Argentina desde la mitad del siglo XX, Jorge Bergoglio mantuvo durante su pontificado una relación compleja con el país que lo vio nacer y al que nunca regresó. Las mayores tensiones se presentaron en sus vínculos con el poder y sus agentes de turno, más que en el diálogo y la comunicación gestual con la enorme base de creyentes que adhirió a su sensibilidad pastoral.
Muchos de sus detractores, incluso, reconocen que el papa Francisco es quizás la figura más trascendente de la Argentina de este tiempo. Su llegada al trono de San Pedro marcó una bisagra, que dividió su vida en dos etapas bien diferenciadas y desiguales en extensión.
Hasta los 76 años, Bergoglio ejerció su ministerio e influencia en ámbitos de alcances más reducidos, como la Compañía de Jesús y, más tarde, la Iglesia porteña, al ser designado arzobispo de Buenos Aires en 1998, con la posterior proyección que le dio la presidencia del Episcopado, entre 2006 y 2011. En todo ese período, la política argentina lo consideró un actor secundario de la escena nacional, si bien cuando fue superior provincial de los jesuitas se arriesgó: albergó y protegió en el Colegio Máximo de San Miguel a perseguidos políticos de la dictadura militar y transportó él mismo a personas, a escondidas, mientras atravesaba puestos de control de la zona de Campo de Mayo.
Su elección como Papa el 13 de marzo de 2013 lo colocó en lo más alto del escenario internacional, lo que potenció su liderazgo, a la vez que generó reacciones adversas en algunos sectores por la impronta social que le imprimió a su pontificado.
Sin establecer parangones irreverentes, así como la Biblia dice que Jesús comenzó su vida pública a los 30 años y solo la ejerció en los últimos tres años de su vida, hasta los 33, cuando fue crucificado, para el universo contemporáneo la vida pública de Bergoglio se inició a partir de su elección como Papa, a los 76, y se desplegó ante los ojos del mundo en los últimos 12 años de su vida.

Puertas adentro de la Iglesia argentina, el pontificado de Francisco tuvo una influencia decisiva en la preeminencia de la dimensión pastoral, con la construcción de una iglesia más abierta, una presencia más intensa en el campo social y nuevos temas en la agenda de prioridades, como la atención de los excluidos, marginados y refugiados y el “cuidado del ambiente y la casa común”, un legado de la encíclica papal programática Laudato si. Llamó a vivir la alegría de la vida cristiana y a forjar una Iglesia más misionera, más cerca de los pobres. Revalorizó la economía y la política al concebidas al servicio de la persona humana.
En los nombramientos de obispos priorizó la designación de sacerdotes con experiencia pastoral e impronta social. Así lo demuestran los casos de los arzobispos de Córdoba, Ángel Rossi, de formación jesuita y proclamado cardenal en 2023; de Buenos Aires, Jorge Ignacio García Cuerva, con experiencia en las villas y en la pastoral carcelaria; de Tucumán, Carlos Sánchez, párroco de La Merced, a una cuadra de la Catedral local; de Santiago del Estero, Vicente Bokalic, también cardenal desde diciembre de 2024, y de La Plata, Gustavo Carrara, referente de los curas de villas y barrios populares. Hubo una renovación de estilos en el elenco episcopal.
Además, el papa Bergoglio se llevó a Roma para conducir el estratégico Dicasterio para la Doctrina de la Fe al arzobispo Víctor Manuel Fernández, teólogo de su más estrecha confianza y también designado cardenal, que por expresa indicación de Francisco viene llevando adelante una política que tiende a evitar medidas canónicas extremas, como los tradicionales castigos a sacerdotes y teólogos por errores doctrinales.
Conocedor nato del clero de su país, Francisco mantuvo un diálogo directo y personal con obispos y sacerdotes de las diócesis más remotas.

El peronismo y la política
Si bien durante su adolescencia concurrió una vez con su hermano a una unidad básica del peronismo y ambos fueron saludados en persona por Eva Perón, Francisco negó haber tenido familiaridad ni simpatía por ese movimiento político. En el libro “El pastor”, publicado por los periodistas Francesca Ambrogetti y Sergio Rubin en 2023, el papa argentino declaró que nunca fue militante ni simpatizante del peronismo. “Pero, en la hipótesis de tener una concepción peronista de la política, ¿qué tendría de malo?”, deslizó, a modo de definición.
En ese libro fustigó con dureza a los dirigentes sindicales que no pueden explicar sus enriquecimientos y reveló un intento de coima que le pidieron en los años 90, durante el gobierno de Carlos Menem, cuando era obispo auxiliar de Buenos Aires y vicario de la zona de Flores.
En la etapa en que el kirchnerismo acumuló poder, a partir de 2003, Bergoglio era considerado “un enemigo” por Néstor Kirchner. Los cruces llevaron a que el Gobierno promoviera la celebración de los Tedeum del 25 de Mayo fuera de Buenos Aires, para evitar las homilías críticas del arzobispo. Cristina Kirchner, ya en su segundo mandato presidencial, saludó en marzo de 2013 la elección de un “papa latinoamericano”, sin mencionarlo por su nombre.
Fuertes tensiones se habían vivido, por ejemplo, en ocasión del debate por la ley del matrimonio igualitario, en julio de 2010, cuando el kirchnerismo respaldó una propuesta de organizaciones LGBT. Bergoglio era partidario de aceptar el reconocimiento de la unión civil. pero en el Episcopado prevaleció una postura de rechazo más confrontativa, que llevó a la Iglesia a una derrota. Ya elegido Papa, en un vuelo que lo llevaba desde Río de Janeiro a Roma, Francisco declaró: “Si una persona de tendencia homosexual es honesta y busca a Dios, ¿quién soy yo para juzgarla?”, lo que marcó un quiebre en la posición de la Iglesia. Francisco distinguió entre la pastoral con las personas que presentan orientación sexual diversa y la ideología de género, a la que consideraba “peligrosa” porque entendía que “anula las diferencias”.
Francisco fue un líder inmanejable para la dirigencia política, a pesar de que muchos viajaron a Roma para fotografiarse junto a él. Los cuatro presidentes argentinos que coincidieron con su pontificado –Cristina Kirchner, Mauricio Macri, Alberto Fernández y Javier Milei- intentaron acercamientos, tuvieron fricciones y no lograron encauzar una relación armónica, en un con texto de fuerte crecimiento de la pobreza en la Argentina, que pasó del 27,4% al 52,9%, aunque las proyecciones para la próxima medición pronostican un descenso al 36,8 por ciento en el primer año del gobierno libertario.

El viaje frustrado
La grieta profundizó las diferencias y frustró un viaje a la Argentina largamente esperado por los católicos y por el propio pontífice, como él mismo declaró en varias entrevistas. La posibilidad más firme fue a fines de 2017, cuando Francisco programó una visita a Chile, pero nuestro país no fue incluido en la agenda y eso acentuó la desilusión de muchos dentro y fuera de la Iglesia. Se dio, así, la paradoja de que se escucharan críticas en las propias filas católicas, mientras sectores habitualmente críticos de la Iglesia, especialmente por la actuación de los obispos durante la dictadura militar, celebraran los mensajes del Papa en materia social.
El kirchnerismo abrazó los mensajes pastorales y la preocupación constante del Papa por los marginados y vulnerables, pero no logró que el pontífice recibiera a Cristina Kirchner en su condición de cabeza de la oposición o de vicepresidenta.
Durante su mandato presidencial, la viuda de Kirchner había sobreactuado su acercamiento, con tres visitas al Papa en Roma –una de ellas con una ruidosa delegación de La Cámpora- y otros tres encuentros “casuales” en los viajes que Francisco realizó a Brasil (2013) –donde forzaron un saludo y una foto con el candidato Martín Insaurralde-, Cuba (2014) y Paraguay (2015).
La relación con Alberto Fernández –facilitada inicialmente por dirigentes como Gustavo Beliz y Martín Guzmán- comenzó con una auspiciosa visita del Presidente al Vaticano en enero de 2020, pero ingresó en el freezer luego de la pandemia y de la sanción de la ley del aborto. Molestó especialmente a Francisco y a los obispos argentinos que el debate se llevara adelante en medio de la emergencia sanitaria. Además, el desembarco de Sergio Massa en el Ministerio de Economía enfrió más la relación con el Vaticano.
No fue inocente, durante la gestión de Massa, el comentario de Francisco sobre la inflación en la entrevista con AP, cuando declaró que la Argentina enfrentaba “un nivel de inflación impresionante”, en torno del 52%, cuando en 1955 el año en que Bergoglio terminaba el secundario- llegaba apenas al 5 por ciento.
Fue cercano, en cambio, el vínculo con el dirigente social Juan Grabois, a quien le reservó un lugar en los encuentros con dirigentes de movimientos populares, donde predicó el desafío de las tres T:: techo, tierra y trabajo, una guía para las organizaciones sociales. En la última convocatoria, en septiembre de 2024, Francisco criticó al gobierno de Milei por el uso de gas pimienta en una manifestación.

El trato con Macri
El vínculo con Macri, cuando era presidente, también quedó signado por la frialdad. Fue una relación distante, como la que ambos habían tenido en Buenos Aires, cuando el líder de Pro era jefe de gobierno de la ciudad y Bergoglio era arzobispo. En julio de 2016, Francisco ordenó a la fundación pontificia Scholas Ocurrentes que rechazara una donación de $16 millones del gobierno de Macri. Priorizó que la Iglesia mantuviera la independencia y la prudente distancia del poder.
De todos modos, existían contactos aceitados con funcionarios y dirigentes de Pro, como María Eugenia Vidal, Carolina Stanley y Jorge Triaca, entre otros.
Los distanciamientos caracterizaron la relación con el gobierno de Javier Milei, a pesar de que el Papa recibió en el Vaticano al líder libertario, quien en años anteriores le había dedicado fuertes exabruptos. La verborragia de Milei generó la reacción de sacerdotes de villas y barrios populares, que durante la campaña electoral de 2023 oficiaron una misa en desagravio por los insultos al Papa. Los mensajes de Francisco apuntaron siempre a promover la cultura del encuentro y superar las divisiones y el conflicto.
Días antes de compartir el último encuentro con Grabois, Francisco recibió en la residencia de Santa Marta a la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, semanas después de que la Iglesia denunciara la falta de distribución de alimentos en comedores comunitarios.
Por Mariano De Vedia
Fuente: La Nación